Dirigida por el español Fernando Trueba, sobre un libro del colombiano Héctor Abad Faciolince, ganó este sábado 6 de marzo en la categoría de Mejor película iberoamericana, compitiendo con la chilena “El agente topo”, la mexicana “Yo no estoy aquí” y la guatemalteca “La Llorona”.
Este domingo en la tarde, la película ‘El olvido que seremos’ de Fernando Trueba se llevó el galardón a mejor cinta iberoamericana en los premios Goya. Es la primera vez que una película colombiana recibe esta distinción.
“Esa película no se puede hacer, es que no se puede”. Fernando Trueba, ganador del Oscar a mejor película en lengua no inglesa por Belle Époque y con casi una decena de premios Goya en su biblioteca, es uno de los realizadores más respetados de España. Fue en él en quien pensó el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince cuando, finalmente, aceptó la propuesta de Gonzalo Córdoba, quien, como productor, llevaba años insistiendo en que realizaran una cinta basada en su libro “El olvido que seremos”, pero el realizador español se negaba a adelantar el proyecto.
Héctor Abad Gómez fue un médico y profesor universitario reconocido por su indeclinable lucha en defensa de los derechos humanos, asesinado en Medellín el 25 de agosto de 1987. Veinte años más tarde, el escritor decidió exorcizar el dolor por la muerte de su padre en un texto que celebra la vida del hombre por el que estaba dispuesto a ir al infierno.
“El libro comienza con un niño que dice que no va a rezar más porque quiere irse para el infierno. Le han dicho que para allá se va a ir su padre y él quiere irse con él y acompañarlo”. A Héctor Abad aún se le humedecen los ojos con los recuerdos, como en esta charla con Infobae. “El paso del tiempo es extraño -reflexiona-. Las cosas se van transformando mucho, cambian de intensidad, de claridad, de nitidez. Yo no creo en el más allá, pero diría que mi padre siempre está ahí; la mente es mágica y tiende a tener pensamientos mágicos; entonces, cuando veo los cocuyos en el campo, pienso que él está ahí, en los cocuyos”.
Esa conexión íntima del autor con su historia fue una de las razones que llevaron a Trueba a rechazar la oferta que le habían hecho. “Es distinto si adaptas una ficción – explica el director español-. Pero esta es la verdad subjetiva de una persona que cuenta los recuerdos que tiene de su padre, el cariño que le dio, el afecto, las historias, es su realidad, su memoria, cosas suyas que conoce y que ha vivido, y las películas, todas, son mentira, es Marlon Brando con una túnica diciendo que es Marco Antonio”. Las otras dos justificaciones de su negativa, asegura, fueron que la historia abarcaba demasiados años (“En la novela puedes contar la vida de un personaje, pero en cine es muy difícil”) y, finalmente, “mi cobardía, porque era un libro muy bueno, y enfrentarte a un libro muy bueno es meterte en un lío, buscarte problemas innecesarios”.
A pesar de la negativa, Gonzalo Córdoba se reunió con Trueba en Madrid y le sugirió leer de nuevo el texto, darle una oportunidad a la película. “Y lo volví a leer, y mi esposa lo leyó de nuevo, y al terminar dijimos ‘es que no se puede’, pero después de eso comencé a pensar: hombre si esto lo concentramos, si intentamos por aquí, si nos limitamos a esto y esto y lo contamos de esta forma, así, tal vez, podría ser”, cuenta a este medio.
El escritor, periodista y guionista David Trueba (premio Goya al mejor guion adaptado por su versión de Soldados de Salamina), hermano de Fernando, fue el encargado de reescribir la historia. El texto se quedó un tiempo en el buzón de entrada del correo de Héctor Abad. “No me atreví a abrirlo. Tenía mucho miedo de que no me gustara”. Durante días (que Abad sintió como meses) el guion estuvo sin ser leído, mientras el productor Gonzalo Córdoba llamaba un día sí otro también para conocer la opinión del escritor antioqueño. “Finalmente lo leí y me pareció prodigioso cómo montones de elementos del libro estaban ahí puestos en un orden distinto. Todo estaba ahí”.
La película comenzó a filmarse en Medellín a comienzos del año anterior. “Yo he tenido rodajes donde he sufrido, donde he llorado y algunos, como este, donde he sido muy feliz. Fue maravilloso -recuerda ahora Trueba-. Tengo la sensación de que he hecho un montón de amigos en Colombia con esta película, y uno de los más grandes es Héctor, espero que sea para siempre”.
Abad Faciolince, por su parte, decidió alejarse lo más posible. Se fue a Italia “para no estorbar, no quería ser una mirada que interrumpe o alguien que estuviera diciendo cómo se deberían hacer las cosas”. Sin embargo, su esposa se enfermó, le programaron una operación y el escritor tuvo que regresar. “La agradezco mucho a mi esposa que se haya enfermado, porque ya estando aquí no podía dejar de ir, fue muy lindo ver el rodaje y verlo trabajar, no es un director dictatorial, autoritario, es elegante, dedicado, suave, amoroso, un director como mi padre quería que fuera todo el mundo”.
A finales del 2019, Héctor Abad Faciolince se enfrentó de nuevo a la imagen de su padre, esta vez en una pantalla. Era una versión sin terminar, a la que le faltaba la música y algunos ajustes. Lo recuerda así: “La verdad no sé si realmente la vi. No fue que lloré, me chorreaban las lágrimas, entonces la vi a través de una cortina de lágrimas. Como que no sentía nada, o sentía tantas cosas que estaba completamente apabullado”.
El año pasado la vio de nuevo, en una proyección privada que Trueba hizo para la familia. Terminada, con la maravillosa música del polaco Zbigniew Preisner (el mismo que compuso la banda sonora para la trilogía de los colores de Kieślowski). “La pude ver con cierta distancia y tuve una sensación de gran belleza, sentí que habían hecho, no exactamente mi vida, no exactamente la vida de mi papá, sino una interpretación del libro y de esa vida que tenía mucha alegría. Yo creo que es muy importante, en esta especie de matrimonio que hicimos, que tanto para Fernando como para mí la felicidad, el goce de la vida, la risa, son muy importantes. Cuando una muerte nos duele mucho es precisamente porque antes hay un profundo amor a la vida”.
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